Al Norte de Burgos, limitando con Euskadi y Cantabria, se encuentra la comarca de las Merindades. La razón por la que creo que es poco conocida a pesar de su gran interés, tanto desde el punto de vista histórico y artístico como de la belleza natural, es que queda a trasmano de las rutas más transitadas. Hay que ir allí ex profeso, y a fe que merece la pena ir. La razón que me llevó a elegir esta ruta es la de mi admirado Juan G. Atienza, cuya Guía de la España Mágica incluye las rutas que voy a comentar. No hay mejor autor para descubrir los detalles ocultos que no aparecen en las guías turísticas. Buscar estos "tesoros escondidos" ha sido siempre un acicate para mí, y espero que también lo sea para los viajeros curiosos.
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Puente sobre el río Ebro en el desfiladero de Los Hocinos |
Salimos desde Burgos en dirección a Santander. Pasado el pueblo de Sotopalacios, bien conocido por sus famosas morcillas, encontramos la desviación hacia Villarcayo. Poco a poco subimos la meseta y nos encontramos en el Páramo burgalés, tan duro y árido que no es de extrañar que las afamadas brujas del pueblo de Cernégula quisieran abandonar aquél infierno helado a lomos de sus escobas. Tras atravesar este desierto de piedra llegamos al puerto de la Mazorra, que prácticamente bajamos, tan alta es la meseta castellana. Aunque la cota más alta son 1000m, el puerto es impresionante. Parece que atravesemos el Despeñaperros, con tanta curva, y la belleza del paisaje nos distrae peligrosamente del asunto de conducir. Abajo divisamos una torre medieval, y su inserción en el naciente verdor del paisaje nos recuerda al telón de fondo de una película de caballería. Valdenoceda nos recibe principiando la comarca de las Merindades.
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Canecillo de la iglesia de Incinillas. |
Siguiendo la carretera a Villarcayo, cruzamos un puente sobre el Ebro, cuyo curso seguimos un rato en el Desfiladero de los Hocinos. Llegamos a
Incinillas, y nos detenemos a ver su pequeña iglesia románica. Los canecillos, especialmente el "Tyrion Lannister" como llamo al de la foto, son bien curiosos. Más adelante, desde
Villalaín, podemos desviarnos para ver la Iglesia renacentista de
Bisjueces. Los legendarios
jueces castellanos, fueron según dice la leyenda los antepasados de Fernán González, primer Conde de Castilla. Y, representados en la fachada, muestran rasgos orientales,el turbante de uno de ellos-, o iniciáticos, la rodilla derecha desnuda de otro, que resultan curiosos y nos remiten al sentido esotérico de las fraternidades de constructores.
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Pasando Villarcayo, capital de las Merindades, tomamos la carretera que sube a
Espinosa de los Monteros y nos detenemos en el pueblo de
Butrera. La iglesia románica tiene elementos curiosos como pocos. A la derecha de la fachada podemos ver un relieve con Adán y Eva frente al Arbol del Conocimiento. Lo más llamativo es una ventana cuyas con columnas a ambos lados rematadas por extraños rostros humanos. En el arco superior diez caras rodeadas por lo que parecen serpientes nos dejan perplejos. ¿Qué quería el autor representar?.
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Monumento natural de Ojo Guareña |
Más adelante, en la Merindad de
Sotoscueva, llegamos al
monumento natural de Ojo Guareña, complejo kárstico de singular belleza, y en el que se encuentran kilómetros de galerías subterráneas, parte de las cuales han sido utilizadas desde épocas primitivas, como atestigüan los grabados dejados hace milenios. Las leyendas populares hablan de hombres perdidos en su interior, singularmente de un príncipe perseguido que se refugió allí. Y al parecer son ciertos, pues se han encontrado restos de un hombre cubierto con una coraza céltica que bien pudo ser un personaje principal.
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Ermita de San Tirso y San Bartolomé. |
Actualmente solo se puede visitar una pequeñísima parte de la cueva, la que se encuentra junto a la ermita rupestre de San Tirso y San Bartolomé. En ella se pueden ver los profundos silos preparados por los lugareños para guardar el grano. La ermita es una de las entradas otrora de la cueva, y ahora es la salida del recorrido fijado. San Tirso no es un santo reconocido por la Iglesia, aún a pesar de ello la ermita preside el pequeño altar en el ábside del la ermita. El santo lleva una sierra, uno de los útiles de su martirio, el cual se representa en diferentes "viñetas" rupestres en el interior de la oquedad en que se inserta la ermita. No muy lejos de allí en un hermoso paraje lleno de verdor, se encuentra el Ojo Guareña o Sumidero del río Guareña, por el que éste desaparece bajo tierra a causa de la erosión sobre la roca caliza.
Continuamos por la carretera que nos lleva a Espinosa de los Monteros, con su hermosa plaza porticada en la que un mercadillo local ofrece viandas de la tierra: vino clarete, morcillas de Burgos, miel, quesos... En su horno de pan "La dolce vita" se pueden degustar excelentes dulces caseros que hacen honor a su nombre.
Seguimos adelante, pues nuestra meta es el Valle de Losa, al nordeste de las Merindades. El paisaje sigue siendo bellísimo, mezcla de la mano del hombre, trigales rodeados de arbolado, y de la naturaleza kárstika del lugar, que da origen a mesetas y cañones singulares. En este hermoso valle se encuentra la ermita románica de San Pantaleón de Losa, que constituye nuestra próxima visita.
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Vista del Valle de Losa desde San Pantaleón |
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Portada de San Pantaleón de Losa |
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La ermita se encuentra en lo alto de un rocallón, que bien parece la proa de un gigantesco barco, al que hay que subir rodeando la ladera de la roca. Un pastor me sale al paso deseando entablar conversación. Sube bien ligero para los 83 años que dice tener, y me cuenta, además de anécdotas de la posguerra, los usos curativos de una losa de piedra que se encuentra dentro de la ermita, que las mujeres rascaban y mezclaban con agua para obtener un mejunje al parecer milagroso. Por fin tras subir la última pendiente llego a la ermita. Un joven guía me sale al paso para mostrármela, pues, por fortuna, está abierta. Dentro se encuentra, en efecto, la parte superior de un sarcófago que es el que usaban las mujeres para obtener su medicina. Pero lo verdaderamente sorprendente de esta ermita se encuentra fuera. La portada, por ejemplo, está presidida a la izquierda por un hombre barbado, Sansón o un atlante, que en todo caso parece sujetar el peso de la ermita. Y a la derecha, sin guardar simetría alguna, una especie de "rayo" sube por la columna hasta llegar a un capitel en el que unos hombres viajan en una gran barca. ¿El arca de Noé?.
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Pero lo más curioso de la portada son los extraños hombrecillos que parecen integrados en las arquivoltas de piedra, asomando solo la cabeza y las piernas, como si estuvieran emparedados. También pueden verse en un ventanal lateral, como el mostrado a la izquierda. Podemos ver también en los capiteles cabezas de dragones y máscaras hieráticas. Pero basta teclear San Pantaleón de Losa en las Imágenes de Google para tener más detalles de esta sorprendente ermita, cuya visita bien merece un viaje a Las Merindades de Castilla.
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Vista de la parte posterior de San Pantaleón de Losa |
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